Imagen de Piyapong Saydaung en Pixabay

Todos y todas queremos pensar que tenemos mejor gusto que la media. Que somos diferentes al resto y que nuestro estilo no es vulgar, sino más bien tirando a sofisticado. Pero, si reflexionamos y observamos detenidamente la realidad, nos daremos cuenta que hemos entrado en una era en la que todas las personas tenemos los mismos gustos y que, en consecuencia, nos expresamos exactamente de la misma forma.

Y como la expresión de nuestro mundo es una extensión de nosotros mismos, todo esto se refleja en lo que hacemos o en cómo nos comunicamos.

Existe un concepto llamado non-place que sirve para denominar espacios que no tienen ningún tipo de personalidad y que, estando en ellos, no podríamos saber en qué parte del mundo nos encontramos. Son aquellos espacios que no necesitan tenerlo y que anteponen la utilidad a la estética. Es el caso de aeropuertos, centros comerciales o carreteras.

Las cafeterías

Hagamos el siguiente ejercicio (esto vale para cualquier parte del mundo): entramos a una cafetería, saludamos al barista que, si es hombre, tendrá una tupida barba y, si es mujer, tendrá unos cuantos tatuajes repartidos por los brazos. Si analizamos el interiorismo, podremos observar que todo tiene un aspecto industrial, posiblemente con muros vistos, una combinación de muebles de madera y de hierro pintado en negro y una iluminación creada con lámparas colgantes muy tenue.

Nuestras casas

Hoy en día podríamos afirmar que se ha creado un nuevo estilo de interiorismo llamado ‘AirBnB’ en el que todos los apartamentos de esta plataforma son asombrosamente parecidos entre ellos; ya sea que estemos buscando alojamiento en París o un apartamento en Colombia.

Imagen de un apartamento en Lima, Perú con la misma estética que la mayoría.
Apartamento en Lima, Perú
Imagen de un apartamento en Nueva York con la misma estética que la mayoría.
Apartamento en Nueva York
Imagen de un apartamento en Berlín con la misma estética que la mayoría.
Apartamento en Berlín

La arquitectura

Uno de mis pasatiempos favoritos es el de pasear por la calle y mirar hacia arriba para contemplar las fachadas de edificios. No tienen por qué ser edificios históricos. Me parece muy interesante que cada edificio tenga algo que contar. Pero cada vez se me hace más difícil. Todas las promociones de vivienda nueva de cualquier ciudad de España tienen esas placas de composite (blancas, negras, o una combinación de cada una de ellas) que hacen que sea difícil diferenciar dónde estás o a qué edificio estás mirando.

Imagen de un edificio con composite en su fachada.
Imagen de un edificio con composite en su fachada.
Imagen de un edificio con composite en su fachada.

Al igual que pasa con los edificios, todos los landscapes de las grandes ciudades se están asemejando peligrosamente unos a otros.

Las redes sociales y la moda

Los cánones de belleza y la industria de la moda nos dictan a qué o a quién debemos parecernos. Para eso están los filtros, para sacarnos fotos que disimulen nuestros rasgos, o las cuentas de moda donde nos dicen qué es moderno y qué ha pasado ya de moda.

Las cuentas de influencers usan los mismos parámetros y las mismas fotografías para atraer la atención de sus seguidores. O incluso las clínicas estéticas, donde nos dan a elegir sobre un catálogo de labios o pómulos que va en función de las modas.

Nos pasa con todo esto y nos pasa también con los coches modernos, que han sido diseñados en el mismo túnel de viento y por las mismas compañías de automoción, por lo que hoy en día un Seat se puede parecer fácilmente a un BWM o un Ford a un Kia.

Fotografías de las partes traseras de varios vehículos muy similares.

Conclusiones

Por mucho que queramos ser diferentes al resto, nos asemejamos los unos a los otros más de lo que imaginamos. Y son múltiples las explicaciones a este fenómeno. Pérdida del pensamiento crítico, miedo a ser un outlier o a la propia definición de formar parte de una comunidad, en la que el requisito principal es parecerte todo lo posible a tu vecino, ya sea en aspecto o en creencias (religión, ideología, etc.). Miedo a ser original y a salirnos de la línea que está triunfando por lo que convertimos la inspiración en una mera copia.

En mi opinión, la diversidad es riqueza y lo diferente expande nuestra visión y cultura.

Todos leemos los mismos best sellers, vemos las películas aclamadas por la crítica, visitamos los mismos sitios y comemos en los mismos restaurantes.

En el mundo de las empresas ocurre lo mismo. Las marcas intentan suavizar el tono y cada vez se parecen más las unas a las otras. Los diseños de branding son cada vez más parecidos y los productos cada vez más iguales. Si una película o un libro triunfa, de repente salen cientos con el mismo argumento. Y la ausencia de nuestro pensamiento crítico asume que eso es normal y que merecemos lo mismo una y mil veces.

Por eso, en un mundo donde la homogeneidad abunda por doquier, la diferenciación es una gran oportunidad. No tengamos miedo a equivocarnos y a ser outliers por pensar o actuar diferente.


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