Como cada final de año, dedico un tiempo a reflexionar sobre cómo me ha ido el año que termina, y aprovecho para marcarme unos nuevos propósitos para el que comienza (de los cuales, por supuesto, incumplo la mayoría, pero ahí está la intención 😊).

Para este 2022 me he propuesto un propósito quizás un poco diferente y contraintuitivo. Quiero leer menos.

Pero, espera. Como que leer menos, si se supone que debería leer todo lo que esté a mi alcance, y un poco más. Hay que consumir mucha información. Cada día aparecen nuevos conceptos y nuevas invenciones que no me puedo perder y hay que adquirir todo el conocimiento que mi mente sea capaz de absorber.

Bueno, yo no lo veo así. En una época del año en la que todo mi alrededor farda de haber leído 40 ó 50 libros (yo mismo me solía proponer leer más de 2 libros por mes, hacer todos los cursos que pudiese, y aprender sobre todas las nuevas tendencias y modas), he reflexionado sobre lo absurdo del asunto.

Vivimos en un mundo de acceso casi infinito a la información. Podemos leer y aprender sobre casi cualquier cosa (o eso creemos, porque aprender es otra cosa) solamente con leer unos cuántas páginas, hacer unos cursos online, ver vídeos en YouTube o leer unos libros sobre el tema.

Tenemos una obsesión con el conocimiento

Al consumir tanta información, tenemos una falsa ilusión de conocimiento.

Leer tanto como podamos funciona bajo el mismo principio que la educación moderna (esa de la que tanto nos quejamos). Tratamos de verter cantidades ingentes de datos y de información en nuestros cerebros, pensando que eso es aprender. Y no lo es.

Si queremos aprender sobre algún tema en concreto, no basta solamente con leer. También es necesario:

  1. Contemplar lo que estamos leyendo y tomar notas.
  2. Reflexionar y hacernos preguntas.
  3. Implementarlo de alguna manera.
  4. Ponerlo en práctica.

Si bien antes un oficio se aprendía mediante la práctica y mediante la repetición, hoy en día nos creemos expertos de algo por haber hecho un curso online avanzado en carpintería. Experimentando y corrigiendo errores poco a poco es como podremos llegar a ser expertos carpinteros.

Nuestra memoria funciona de una manera determinada, y tiene sus tiempos. Tenemos varios tipos, pero las que nos atañen en el día de hoy son la short-term memory (memoria a corto plazo) y la long-term memory (la de largo plazo). En la primera es relativamente fácil fijar información, pero para pasar a la segunda hace falta un ejercicio más profundo, entre los que se encuentran la repetición espaciada, por ejemplo.

Faster is not better

Muchas veces pensamos que más rápido es mejor. Y que más es mejor. Pero la verdad es que casi nunca es así.

Querer consumir tanta información en tan poco tiempo es como querer visitar muchos países y ciudades en un mes. Podrás contar que las has visitado y que has estado en ella, pero difícilmente podrás vivir experiencias significativas, que es de lo que se trata -o al menos lo que busco yo-.

Faster is not better. No es mejor que sea más rápido.
Faster is not better. Más rápido no es mejor.

Personalmente, he cambiado la estrategia a la hora de viajar. Antes me apuntaba todos los lugares por visitar, quería tacharlos todos de mi lista, pero ahora prefiero ver menos cosas pero pasar más tiempo de calidad, interactuando con gente, haciendo cosas de locales, o simplemente perdiéndome por la ciudad o el pueblo.

Disfrutar del proceso

Además de la sociedad de la información, vivimos en la sociedad de la inmediatez. Queremos todo para ayer. Y no sabemos disfrutar del proceso (es uno de los principios de la conciencia plena). Leemos libros como si se nos fuera la vida en ello, y escuchamos podcasts o vemos series en 2x como si alguien nos obligase a consumir ese contenido.

Somos completistas, y queremos hacer check en todo. Queremos poder decir en una conversación con nuestros amigos que por supuesto hemos estado en Tailandia, o que nos hemos visto las 55 temporadas de la serie de la que todos hablan. Si escuchamos hablar de un restaurante, debemos ir para poder hablar con conocimiento de causa. Pero nos cuesta disfrutar del proceso, y vivimos con miedo a perdernos cosas (sí, es un síndrome y se llama FOMO).

Ya sea porque he asumido que necesito tiempo para asimilar conocimientos, o porque quiero disfrutar más de las cosas que hago, me he propuesto concentrarme al 100% en las cosas que estoy haciendo en un preciso momento. Disfrutar tranquilamente de un libro es una de ellas, o pasar tiempo de calidad con mis amigos. Así que mi propósito de año nuevo es leer menos, consumir menos información, y aprender y disfrutar más de las cosas. Vamos, lo del puto mindfulness pero como han hecho nuestros familiares toda la vida.

NOTA: En relación al tema en cuestión, aquí puedes leer otras entradas que he escrito sobre ello y que pueden servir para reflexionar sobre el tema:

¿Es posible mejorar tu velocidad de lectura?

¿Tenemos exceso de información?


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