El autor del libro, Hans Rosling, fue un médico sueco dedicado la mayor parte de su vida a la salud internacional. Hasta que se dedicó a tratar de entender mejor y explicar el mundo mediante datos.
Prácticamente tras decidir junto con su mujer que iba a comenzar a escribir Factfulness, le diagnosticaron un cáncer, por lo que dedicó lo que le quedaba de vida a terminarlo. Antes de morir, ya tenía el borrador, y fue después cuando su mujer publicó el libro.
El libro es tan bueno, que Bill Gates ha decidido regalar una copia a todos los graduados universitarios del pasado año.
¿De qué va el libro?
En él, el autor nos hace ver que la diferencia que asume «el mundo desarrollado» entre ricos y pobres, nada tiene que ver con la realidad, acorde a los datos que el médico ha estado estudiando durante años. Nos anima a no polarizar ni generalizar, pues dentro de todo campo hay una gran diversidad (ya sea micro o macro).
Se incide mucho en que si queremos analizar, desde un punto de vista económico, la sociedad mundial, debemos tener más clasificaciones y atenernos a los niveles de ingreso de las familias. No cayendo en el tópico de nosotros (desarrollados) y ellos (no desarrollados). Haría falta, entonces, hablar de cuatro clases. La más baja sería la pobreza extrema. A este nivel, las personas apenas vivirían con 1-2 dólares al día. Por encima de este, y con solo 4 dólares al día, tendríamos a 3 billones de personas (el gráfico de más abajo es proporcional a la distribución de la población mundial). A partir del nivel tres, y con 8-32 dólares al día, la gente empezaría a tener agua corriente en sus casas y electricidad lo suficientemente estable como para alimentar una nevera. En el nivel cuatro estarían todas aquellas personas que ganan más de 34 dólares al día. Entiendo que tú, que estás leyendo este artículo, estás en ese nivel.

Diferencias entre los niveles
Junto a su mujer, desarrolló un intenso trabajo de investigación en el que mostraban fotografías de diferentes dependencias de casas según el nivel de ingresos de las familias. Lo curioso de este proyecto es que podrás comprobar que, a mismo nivel de ingresos, la apariencia de una casa en España es prácticamente igual que una en Nigeria, por poner un ejemplo. No es la cultura lo que lo determina. Es la economía familiar.
Con todo esto, el libro nos anima a no ver las cosas desde una óptica única «superior». Hace el símil de la observación desde un rascacielos. Posiblemente todo lo que esté por debajo tuya, te parecerá lo mismo. Pero en la realidad hay mil matices.
El optimismo de Hans Rosling
El subtítulo del libro es «Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas». Esta es una de las principales razones por las que el libro ha recibido muchas críticas. Trata de explicarnos, mediante datos, que el mundo ha mejorado considerablemente desde los inicios de la humanidad.
Un dato curioso es que este señor se dedicó a impartir conferencias a grandes asociaciones mundiales, muchas de ellas dirigidas por políticos. Cuál fue la sorpresa que, al preguntarles, por ejemplo, sobre el porcentaje de niñas escolarizadas en el mundo, ni siquiera estos sabían responder correctamente. Casi siempre respondían por debajo.
Al igual que el libro, vamos a explicar, de manera muy resumida, estas diez razones por las que no sabemos interpretar bien el mundo.
El instinto de polarización
El mundo no se puede dividir en dos. Pensar de esta forma es sobre simplificar la realidad. Hay muchos matices. No podemos meter en el mismo saco a quienes viven en el nivel uno (1-2 dólares al día), con los que se pueden permitir, al menos, una nevera en casa. Hay muchísima diferencia entre estos dos grupos. Uno tiene que luchar por conseguir comida para ese día. Mientras que el otro tiene que luchar por llevar carne para comer algo especial ese día.
El que sigue a continuación es uno de los gráficos que más me llamó la atención. En él se refleja la tasa de natalidad por mujer, según lo que conocemos como países desarrollados y no desarrollados.


El instinto de la negatividad
Recibimos continuamente el mensaje de que el mundo va a peor. Pero, si comparamos con el estado hace algunos años, podremos comprobar que no es así. Vivimos más tiempo. Con más salud. Hay menos pobreza. La mortalidad infantil se ha visto disminuida considerablemente en los últimos 100 años. Tenemos menos muertes que nunca por guerras.
En este artículo detallan algunos de estos indicadores.
El instinto de la línea recta
Una recta con pendiente no quiere decir que esta se mantendrá en el infinito. Puede ser que la población mundial esté creciendo a ritmo constante, pero no sabemos si seguirá así hasta llegar a un punto crítico.


Miedo
Las decisiones no pueden estar basadas en el miedo. Es lo que tratan de infundir muchos políticos (desgraciadamente) para fundamentar algunas decisiones, o para ganar votos. Claro ejemplo es el de los partidos de extrema derecha que tratan de engañar a la población diciendo que los migrantes dejarán sin trabajo a los nacionales. Posiblemente no se hayan detenido a analizar correctamente los datos. Si lo hicieran, se darían cuenta que la migración es un catalizador de la economía, pues además estos suelen ocupar puestos de trabajo que la población local no quiere hacer.
El tamaño
Los números no se pueden analizar por sí solos. Solo comparando ese dato podremos verlo en perspectiva. Aquí va un dato demoledor. En 2016 murieron 4,2 millones de niños menores de 1 año. Esto, dicho así, parece (y lo es) una barbaridad. Pero si observamos los datos de 1950, podremos comprobar que murieron 14,4 millones.
Por tanto, sigue siendo un número muy elevado, pero obviamente ha habido progresos gracias al avance de la medicina y de los propios países.
Generalización
Generalizar es malo. Si han echado un vistazo al proyecto de Dollar Street, podrán comprobar que no todo el mundo en Camerún vive igual. Ni que todos los chinos tienen una cocina similar. Como hemos comentado al principio, todo depende del nivel de ingresos. Si hablas de la mayoría, piensa que esta puede ser un 99% o un 51%. Pero que mayoría no implica el todo.
El destino
Las sociedades y las culturas cambian. No podemos asumir, por ejemplo, que el destino de África es ser el sitio pobre del mundo. Estamos viviendo el ejemplo perfecto con China. Un país que era meramente agricultor se está convirtiendo en la mayor potencia económica mundial. También lo hemos vivido con el traslado de las fábricas de Europa y Estados Unidos a China. Así como estos puede ser que lo vivan en algún momento. Cuando el tejido industrial se vuelva a mover de sitio en busca de salarios más bajos.
Debemos estar atentos y ser conscientes de estos cambios. Y tener adaptabilidad al mismo.
La perspectiva única
No hay una sola perspectiva. No podemos tratar de comprender los países por el PIB, o por el nivel de salud. Si lo hacemos por lo primero, no deduciríamos nunca que Estados Unidos es un país con graves problemas de salud. Y si solo analizamos por lo segundo, nunca admitiríamos que Cuba es uno de los países más pobres del mundo, a pesar de tener un sistema sanitario excelente. Los números están bien. Pero luego hay que comprenderlos.
La culpabilidad
Tendemos a buscar soluciones simplistas y a culpabilizar a causas externas de nuestros problemas. Culpabilizamos a «los ricos», a «los extranjeros», a «los políticos». Pero rara vez asumimos nuestra parte de culpa. Criticamos que China contamina mucho, pero luego nosotros seguimos abusando del plástico.
La urgencia
No debemos dejarnos llevar por las prisas. Un comercial siempre te dirá que tienes unos días para hacer la compra, o te quedarás sin promoción. No podemos hacer lo mismo con las decisiones políticas. El caso más reciente y que pudiera comentar es el de cerrar las centrales nucleares en Alemania (y que estamos replicando en España). La motivación es la de contaminar menos. Pero resulta que la energía nuclear es un gran mitigador de la emisión de gases de efecto invernadero, pues le quita protagonismo a las tecnologías contaminantes.
Conclusiones
El mundo está mal. Sí. Pero está mucho mejor de lo que ha estado nunca. No debemos caer en victimismos ni en la negatividad. Aún así, tampoco podemos relajarnos. Siguen dándose casos de racismo, seguimos contaminando a niveles por encima de nuestras posibilidades, y sigue existiendo la extrema pobreza. Pero es muy importante comprender de dónde venimos, y hacia dando vamos, para poder tomar decisiones efectivas.
Además de esto, debemos pensar siempre en los instintos que nos llevan a tener visiones erróneas de la realidad y del mundo. Quizás tú también, después de leerte el libro, dejes de pensar en el mundo como desarrollado-no desarrollado, tal y como ha hecho Bill Gates.
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